¿El mejor trío es con amigos? (segunda parte)

trío con amigos
 

Dicen que los tríos deben ser siempre con amigos, y yo, voy a ponerlo en duda

Te aconsejo qué, si no has leído la primera parte del artículo, lo hagas. De lo contrario, es posible que no entiendas alguna de las cosas que te cuento. Aquí el enlace: Probando un trío HMH

Los pre - preliminares de un trío

Yo estaba con fiebre y me dolía todo el cuerpo, gripe, tal vez. Ella, creo que estaba en condiciones similares. Yo le decía a él, vete preparando la baja para mañana.

Era un miércoles, un día extraño para hacer un trío, aunque tan bueno como cualquier otro. Estábamos él y yo tomando una cerveza y jugando a un juego de mesa en mi casa, haciendo tiempo hasta que ella llegase.

Ninguno de los dos estábamos nerviosos ni excesivamente eufóricos, teníamos ganas, pero estábamos tranquilos. Media hora después llegó ella. La verdad es que fue todo bastante natural, nos saludamos, parecía muy agradable y no se la veía excesivamente cohibida o nerviosa.

Me pareció más atractiva que en las fotos, me fijé que no llevaba sujetador y que se le marcaban los piercings de los pezones. Le miré a él, y sin cruzar palabra, supe que a él también le había resultado atractiva. Se sentó a la mesa con nosotros, le ofrecimos cerveza y reiniciamos la partida ahora con una jugadora más.

Cuando acabamos el juego, dijimos de traer otro. Traje uno, pero no nos acababa de convencer y acabamos charlando de todo y de nada. Yo sentía, y creo que no era el único, que comenzaba a ver un halo de tensión e impaciencia en el ambiente.

Nadie había dicho nada sobre hacer un trío hasta el momento. Todo lo que habíamos hablado antes por whatsapp se mantenía en el rincón oscuro de la habitación.

Parecíamos, a ojos de cualquiera, tres amigos que se conocen y han quedado para echar el rato juntos. Todxs estábamos comenzando a pensar en el siguiente paso, pero nadie se atrevía a tirar de la manta.

Descorchando el tapón

Se acabó la cerveza y él preguntó ¿queréis que baje a por más?

Fui a la nevera en búsqueda de alguna otra bebida alcohólica pero no tenía nada. Entonces caí, que tenía guardada desde hace un par de años, una botella de vino verde de Oporto, reservada para una ocasión especial. Les pregunté si querían vino y ella dijo buf, a mí el vino me pone muy cachonda.

Él y yo no nos miramos, pero estoy seguro que estábamos conectados por una misma sensación corporal: la erección. En ese momento asumí, que las cartas estaban sobre la mesa y que ella ya había lanzado el cebo, que pescar, era nuestra responsabilidad.

Comenzamos a hablar de música con la copa de vino en la mano, y dio la casualidad que los tres habíamos tenido alguna experiencia tocando en grupos. Cogí la guitarra y les dije que iba a tocar unos acordes y que quién no supiera que canción era la que interpretaba, tenía que quitarse una prenda. Perdió ella.

Después perdió él, y después, por equilibrio, me la quité yo. El clima ya era diferente, pero aún manteníamos las distancias físicas y no resultaba del todo evidente que habíamos entrado al juego.

Supongo que esto te habrá pasado alguna vez cuando has conocido a alguien, hay un momento de tensión donde ambos sabéis que queréis interaccionar, sin embargo, sin embargo cuesta dar ese primer paso y romper la barrera física.

Bebiéndonos la botella

Comenzamos con un juego muy sutil, del tipo el clásico “verdad o reto”. Ella nos dijo que no quería pensar y que prefería que fuésemos nosotros quién dispusiéramos. Nosotros accedimos. Comenzamos con retos tontos e inocentes, después con verdades subidas de tono y finalmente, a bebernos la botella.

Él y yo, por turnos, teníamos que ir haciendo propuestas de interacción de ella con el otro. Me explico, si era mi turno, yo tenía que ponerles una prueba a ellos dos. Comenzamos con un beso en la mejilla, un lametón por el cuello, un beso en la boca….

Se nos estaban agotando las opciones más suaves, y le pedí a él, que acabase de desnudarla, exceptuando las bragas. A ella le dio mucha vergüenza, pero accedió sin más problema. Era el turno de él y no parecía decidirse. Era evidente que esto iba en escalada, y entendí que tenía un conflicto entre subir el nivel y pasarse de pueblo haciéndolo, entre decir algo demasiado light y adormecer el juego.

Noté que no se decidía y entonces dije en voz alta, quiero que metas tu mano por debajo de sus bragas. Él la miró, y ella, aunque sentía vergüenza, concedió. Él Lo hizo.

Aquello acabó por romper la censura y dejó claro que el trío había comenzado. Pude sentir el alivio y la excitación de él, porque yo sentí la misma. Este punto de inflexión, es cuando comienzo a disfrutar de verdad. Dejo de pensar y medir, y el sexo se convierte en mi forma natural de estar y de ser.

Le pedí a ella que se levantase y se colocara en el centro del salón. Le dije que cerrase los ojos y que iba a contar hasta 10, y que hasta que no acabase de hacerlo, no podía abrirlos.

Ella se levantó y se colocó en el centro del salón. Yo comencé a contar en voz alta, y le hice un gesto a él para que se pusiera a su lado. Yo me puse en el otro perfil. Seguí contando mientras tocábamos cada parte de su cuerpo. Ella alargó sus manos hacía nuestros miembros. Bajé con mi mano izquierda buscando sus genitales por encima de las bragas que aún llevaba puestas, y me encontré, que ya había otra mano allí, de manera qué, compartimos el espacio.

Acabé de contar, nos retiramos y le dije que ya podía abrir los ojos. Tenía una risa nerviosa, como quién quiere dejarse de juegos y follar como animales.

Yo creo que ella pensaba que después de eso, no pararía de contar, y que nos iríamos directamente a la cama. De manera qué, decidí alargarlo un poco más. En esta ocasión le solicité que fuese a la habitación de al lado, donde yo duermo, y se tumbase boca abajo con la luz apagada en la cama de matrimonio.

Ella que ya confiaba en nosotros del todo, lo hizo. Le dije a él, que teníamos 15 segundos para ir y estar con ella, que transcurridos los 15 segundos había que volver al salón. Ella tenía la norma de no poder girarse ni hablar, siempre y cuando, evidentemente, se estuviese sintiendo cómoda con lo que sucedía.

Comenzó yendo él. Yo no escuchaba nada desde el salón, tan sólo, silencio. No sabía que estaba ocurriendo durante aquellos largos 15 segundos. Tampoco sabía, si ella habría identificado quién había ido de los dos, pero me daba igual.

Había vuelto él y ahora era mi turno. Me dirigí a la habitación y me coloqué encima de ella como si le fuese a dar un masaje. Sin embargo, no era eso lo que tenia pensado para ella. Acaricié muy suavemente su espalda y creo que ella se sintió desconcertada. Entonces me paré, como si no fuese a hacer nada más.

Tras unos segundos, le bajé las bragas y puse mi mano su vagina, quería ver cuánto de húmeda estaba. Estaba empapada. Le metí dos dedos, despacio, pero con firmeza. Arrastré despacio con mis dos dedos haciendo una ganzúa sobre la pared frontal de su vagina…una…dos…y tres veces. Ella cada vez gemía más, y la cuarta, paré y me fui.

Ella se quedó allí tumbada y yo volví junto a él. La llamamos para que volviese, pero no contestaba, así que fuimos a buscarla. Entendí perfectamente su motivación, no es que no nos estuviera oyendo, es que quería que volviésemos a la cama con ella. Le paré a él y le dije, aún no.

Volvimos al salón y le dije que íbamos a repetir lo mismo de antes, pero con una diferencia, ahora ella nos tenía que esperar boca arriba y podía interaccionar con nosotros. Él y yo determinamos que esta vez empezaría yo.

Volví a hacer el camino que acaba de emprender de vuelta a la habitación y allí estaba ella, esperándome boca arriba, apoyada con la espalda en el cabecero de la cama. A todo esto, la luz seguía estando apagada.

Subí a la cama y me coloqué encima de ella. Ella pensó que la estaba sugiriendo que me practicase una felación, e iba a hacerlo, hasta que se dió cuenta que me movía buscando algo en el soporte que estaba por encima del cabecero. Lo que estaba buscando era un interruptor. Di la luz.

Entonces me levanté y le pedí que ella hiciese lo mismo. La notaba muy desconcertada y le señalé un espejo de pared, en el cual ella, estoy seguro, aún no había reparado que existía. Me excita muchísimo cada vez que recuerdo el Joder que salió de su boca en ese momento. La coloqué de espaldas a mí y de frente al espejo y la comencé a masturbar mientras nos mirábamos a los ojos a través del reflejo.

Volví al salón y él a la habitación. Esta vez sí que escuchaba sonido.

Un triángulo de dos vértices

Comenzaba a escuchar desde el salón sus gemidos, cada vez iban a más. Reconozco que aquí comencé a inquietarme. Te ha ocurrido alguna vez esto de… ¿ver que tus amigos están en la plaza jugando sin ti y pasándoselo, bien mientras tú haces los deberes? Pues algo así.

Cada vez los gemidos eran más altos y más potentes. Percibí que se estaba pasando del tiempo, pero me dije, bueno, vamos a dar un poco de espacio. Pero él no venía. Esperé un poco más y continuaba sin volver. Me estaba comenzando a sentir desplazado y me estaba cabreando.

Finalmente, como no volvía, decidí ir yo. Procuré calmarme por el camino y no darle más importancia. Cuando llegué a la habitación me encontré a el comiéndole el coño a ella. Me tumbé al lado de ella y comencé a besarla, mientras acariciaba su cuerpo.

Era la primera vez que hacíamos un trío tanto él como yo. Yo creo que ninguno de los dos habíamos pensado en esto ¿Cómo es la dinámica de un trío HMH?

Él estaba allí practicándole sexo oral a ella, ella se retorcía del placer y yo…yo no sabía muy bien que hacer. Fruto de la impotencia, bajé a donde estaba él y le pedí el cambio. En realidad lo exigí.  Entonces ocurrió una inversión de roles: ella seguía disfrutando, mientras yo le practicaba sexo oral y él, trataba de encontrar una manera de interaccionar sin éxito.

Finalmente ella comenzó a practicarle sexo oral a él mientras yo la masturbaba. Comencé a darme cuenta que tanto él como yo, estábamos algo tensos, no sabíamos muy bien que hacer. El seguramente se había sentido desplazado, quizás yo fui algo brusco e impositivo cuando le pedí el cambo. Y me imaginé que estaba teniendo problemas con la erección. Efectivamente, así era.

Como sé de primera mano porque yo también tengo un pene, sabía que forzarte a tener una erección es lo peor que puedes hacer para lograr tenerla. Necesitas olvidarte del tema y que eso ocurra de forma natural. De manera qué, le indiqué a él que otra vez cambiásemos.

Entonces ella comenzó a practicarme a mí una felación y ahora era yo quién no se podía empalmar. Yo mientras, pensaba, esta chica tiene que estar flipando, con dos tíos en la cama y ninguno es capaz de tener una erección. Le miraba a él y tampoco le veía especialmente fluido.

Él se fue a por condones, y yo, seguía tumbado boca abajo, mientras ella intentaba elevar anclas. De repente se subió encima de mí, y ese movimiento si que me excitó mucho. Me olvidé de la erección y de todo. Estando ella arriba y con la visión particular de todo su cuerpo reclinado sobre mí, comenzó toda la sangre de mi cuerpo a irrigar sobre mi miembro.

Comenzamos a rozarnos y yo notaba la erección, me puse el preservativo y le penetré. Para entonces, yo ya me había olvidado de todo lo demás. Estábamos comenzando a follar a lo bestia. Ella me pidió que la agarrara del cuello, y yo si me lo piden, no tengo problema en hacerlo.

La agarré del cuello y la tiré de pelo, estábamos teniendo sexo como lo tienen los animales, y nos gustaba. Entonces me percaté que él había vuelto, y se encontraba fuera de la cama mirándonos. Entendí que ahora era él quién se estaba sintiendo fuera de lugar. Le hacía señas para que se uniera, pero realmente entendía su duda…. ¿cómo y por dónde?

Así que finalmente paré. No recuerdo muy bien como gestionamos este momento, pero sí sé qué lo siguiente que ocurrió, fue que ella había vuelto a practicarle el sexo oral a él. Volvía a tener problemas con la erección.

Yo no sabía muy bien que hacer otra vez, intentaba acariciarle a ella, pero sentía que era como estarle metiendo mano a alguien a escondidas, no me ponía nada, la verdad. Ella estaba a lo otro. Finalmente, él la pidió que como conmigo, se colocase encima de él.

Yo estaba aguardando. Desistí de intentar unirme. Otra vez me estaba sintiendo desplazado, sobraba en esa cama por que ellos estaban en su contienda particular. Me estaba empezando a sentar mal que el no fuese capaz de hacerme a mí un rescate, cuando hace un rato se lo había hecho yo a él.

Entendí que yo ahí no pintaba ya nada, y qué, además, hasta que no me fuese y les diese intimidad, él no iba a poder tener la erección. Así fue.

Me fui al salón y desde allí noté como poco a poco la cosa comenzaba a fluir entre ellos. Comenzaron a follar. Fue una sensación muy desagradable la verdad, escucharles disfrutando, mientras yo estaba sólo en el salón de mi propia casa.

Creo que en ese momento se activaron viejos fantasmas de historias pasadas y mis propias inseguridades y mierdas. Por fin, le escuché decir a él, ya me he corrido. Temía que encima quisieran echarse el cigarrito de después en mi cama, así que les di unos minutos y les dije si podían recoger, que era tarde y me quería acostar.

Les estaba echando, vaya.

Se dieron cuenta de que estaba molesto. Ella vino y me preguntó ¿te has enfurruñado? Y le dije que no estaba enfadado, pero que me había sentido bastante mal. Intento darme un beso y le dije que eso ahora mismo eso era peor.

No quería hablar, sólo que se fueran, tranquilizarme en soledad, digerir que me había pasado, procesarlo y tratarlo al día siguiente. Él no supo que decirme y respetó mi necesidad de espacio. Nada más irse me escribieron los dos para saber cómo me encontraba.

¿Es buena idea hacer un trío con amigos?

Te he contado esta historia para que veas las dos partes: el morbo y las inseguridades emocionales. No quiero decir con esto, que todas las personas que hagan un trío en este formato, les vaya a pasar lo mismo.

Yo mismo, he vuelto a tener experiencias parecidas y guay. Incluso, repetimos los tres, y la cosa ha ido mejor. De lo que me gustaría advertirte, es que un trío propone una situación emocional delicada. Es muy posible que se despierten inseguridades e historias personales que dormitan en nosotros.

Cuando esto ocurre con “desconocidos”, es más fácil despersonalizar, pero cuando es con amigos o una pareja, ni te cuento. Creo que como mínimo, conviene hablarlo antes. Nosotros no lo hicimos y fue un error, sumado a nuestra inexperiencia.

Por suerte, en nuestro caso, pudimos reparar lo que pasó. Yo me calmé, y al día siguiente les pedí disculpas por haberles echado así, además de explicarles cómo me había sentido. Él me explicó que se sintió parecido en algunos momentos y ella, que no estaba eligiendo, que simplemente según nos veía que necesitábamos un poco más de atención, así intentaba hacer.

Salió regular, pero no me arrepiento. Fue un aprendizaje sobre mí y sobre mis límites. Me di cuenta,  y me gustó, cerciorarme de que hay cosas que me hacen daño y qué, si así es, no las voy a poner en práctica por mucho morbo que me den, o porque haya que estar por encima de todo.

Pero me gustó aún más, darme cuenta que, hablándolas y tratándolas, podía perdonar y recibir su ayuda para poder hacerlas con salud y seguridad.